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miércoles, febrero 27, 2013

Breves horas en Edimburgo, Escocia.

Manejar en Inglaterra es una experiencia insólita, pero la quería vivir.    En principio reservé un vehículo pequeño para conducir desde Londres a York, y de allí a Edimburgo.    Sin embargo, cuando confesé a la agencia de alquiler mi plan, me recomendaron un cambio de vehículo, dado que el recorrido sumaba aproximadamente 1,200 kilómetros ida y vuelta.    Es decir, desde Londres a York, la distancia era de unos 340 kilómetros, transitando por la autopista M1, y otros 350 km desde ahí a Edimburgo:


Este recorrido me tomó algo más de 6 horas, aunque lo supe al regreso desde Escocia.   Como muchos sabrán el objetivo de este recorrido era durar una semana en la Universidad de York St. John, donde estoy cursando un programa de maestría, en línea, de Liderazgo de la Innovación y el Cambio (MA in Leading Innovation & Change).   Mi viaje hacia York, desde Londres, se inició el día en que se celebra el Memorial a los Caídos (Poppy Day), muy tradicional en Inglaterra, y por tanto de mucha congestión por la cantidad de gente que a las celebraciones oficiales.    Pero antes de salir, debía recoger a una compañera de estudios, que llegaba al aeropuerto de Heathrow en los alrededores de Londres.

Retomando la expresión "experiencia insólita", para nadie es desconocido que manejar allá es diferente en muchos sentidos: 1) el volante está colocado a la derecha, contrario adonde en Republica Dominicana y muchos países de occidente acostumbramos; 2) si usted aprendió a conducir con la famosa expresión "mantenga su derecha", le recomiendo desaprenderla; allí el cliché a utilizar es "mantenga su izquierda"; 3) recordarlo es de mucha utilidad al tomar giros, rotondas y salidas de puentes; pues en el proceso de re-aprendizaje, y hasta alcanzar la confianza, será motivo de muchos errores, cuasi-accidentes, persecuciones de policías, e insultos de los otros conductores, aunque en honor a la verdad, usualmente condescendientes; 4) fíjese y cumpla fielmente la instrucción de los letreros, pues puede recibir una contravención por correo-electrónico: miles de cámaras se ocultan a lo largo de su recorrido, tras cada semáforo,  puente, y andamios en las autopistas, aunque también hay letreros lo previniéndolo; 5) planifique cómo resolverá su problema de parqueo, son pocos los espacios para aparcar en la congestionada ciudad, excepto en los fines de semanas o feriados, además costosos los parqueos públicos.

Luego hablaré con mayores detalles sobre mi estancia en York, la cuál disfruté como esperaba.   Pero decidí salir el sábado a las 5am, rumbo a Edimburgo, la capital de Escocia (Scotland).   




Así, bajo una suave llovizna, una espesa neblina y un oscuro amanecer realicé todo un tenso recorrido entre la avanzada ruralidad que conecta a York con la autopista A1, hasta llegar a este lindo destino en el norte.   Un ambiente rural simpático, avanzado por la organizada distribución entre los pastos, el ganado, las siembras y el hogar.   Este recorrido me recordó aquella famosa fábula "Rebelión en la Granja" (Animal Farm) de George Orwell, en la que el astuto cerdo Napoleón lideró la revolución e insurrección de los animales, como si fuera Stalin liderando la revolución obrera en la lejana Rusia, contra su dueño el señor Jones a quién despojan, expulsan y mantienen en el ostracismo.


En mi recorrido pasé por Durham, cerca de Newcastle.   Otros 312 kilómetros, aprovechando consejo de uno de mis profesores que estudió en la prestigiosa universidad del mismo nombre situada allí, y transitando por la autopista A1 (M).   En esa pequeña población bañada por el río Wear.

Allí se encuentra también la imponente catedral (minster) de Durham:



No desaproveché el momento y caminé bajo su arquitectura normanda, patrimonio cultural de la humanidad, así como observé su reloj astronómico, el altar mayor, el coro, sus claustros:


Una de las más prestigiosas universidades del mundo, la universidad de Durham, ubicada dentro del castillo de Durham.   Esta universidad es una de las tres más antiguas de Inglaterra:

En fin, continué mi recorrido y salí del condado de Durham.  

A pesar de salir tan temprano, y a causa de las paradas obligatorias para combustible, comer, fotografiar y conocer llegué a Edimburgo a eso de las 2:00pm.    Muy bueno llegar a esa hora, todavía con el sol, dado que después de las 4pm anochece muy rápido.

En mi tránsito hacia el hotel donde pasaría la noche, tipo Bed and Breakfast (BB, o cama/desayuno), recorrí un rato por la Princess Street, que divide la Ciudad Antigua y Nueva (Old Town / New Town), comenzando por el antiguo y lujoso hotel Balmoral cuyo reloj ubicado en su cúspide, a 190 metros de altura, y donde está la estación de trenes de Escocia.   La vista es impresionante:

Continúe hacia el sur (esta zona, esta calle, está en reconstrucción e ignoro aún si fui muy audaz en este recorrido al conducir en sentido contrario sin advertirlo...jajaja... al decirlo sin proponérmelo parafraseo a Shakespeare: 'en la amistad y el amor, se es más feliz con la ignorancia que con el saber...').   Es de orden tomar fotos, pero hay que tomarse una en la que se aparezca, para darle contenido desde las inmediaciones del castillo...

En fin, el recorrido permitía observar en lo alto el Castillo de Edimburgo (Castle Rock).   Acá yo de espaldas al castillo.


A poca distancia, en estas alturas, está la famosa Universidad de Edimburgo, aunque en la foto observamos la catedral St. Giles (High Kirk of Edimburgh / Catedral de San Gil), cuya cúpula esférica es un trabajo hermoso:


Lo cultural incluye lo gastronómico.  Y aproveché para visitar uno de los famosos museos virtuales del whisky, en el que pagué por el ameno recorrido, disfrutando de las explicaciones del proceso de fabricación del Scotts Single Malt Whisky (whisky escocés de malta):

Así como observar la amplia galería con colecciones de diversos fabricantes, curiosos temas y precios extremos:


Los Jardines de la calle de los Príncipes (Princes Street Gardens)... entre cuyas atracciones están las internacionales y muy conocidas tiendas comerciales, llamando la atención el monumento de Sir Walter Scott.

De primera impresión, este vetusto monumento erigido a mediados del siglo XIX en honor al famoso intelectual escocés parece una iglesia, un castillo, un cohete.   Está ennegrecido por la contaminación aunque la estatua, al acercarse, es simpática.

Dentro de mi gélido recorrido (la temperatura estaba en 2 grados centígrados esa noche), y ya en el West End, no desaproveché la ocasión para visitar el famoso bar Ryan's donde tomé un par de tragos de whisky escocés, un ardiente caldo y buñuelos escoceses.   El bar estaba poblado y animado, lleno de fans de fútbol inglés que observaban en pantalla gigante el desarrollo del enfrentamiento contra los sudafricanos.   En  mi opinión los ánimos estaban caldeados, con sus rostros pintados de azul celeste y blanco (bandera escocesa)... y más luego de perder.   Fue simpático, aunque sentí un poco de tensión... En fin, no impidió que me calentara antes de tomar nuevamente las calles de vuelta al hotel (¡cuánto caminamos los turistas...!).

Al otro día, a las 7am, salí de Edimburgo de regreso a Londres, no sin antes detenerme en la frontera y tomar una foto del simpático anuncio de bienvenida.


Así recorrí casi 700 kilómetros, con temperaturas de hasta -2 grados centígrados, tramos de la carretera helados... fue tenso.

En fin, llegué a Londres a las 3:00pm, luego de una fuerte congestión a la entrada.   Una vez superados estos ligeros inconvenientes, entregué el vehículo y me fui, agotado y con ganas de dormir, hacia el B&B donde me alojé, ubicado en la zona Victoria, cercana a Westminster.   ¡Nunca dormí con mayor satisfacción!