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miércoles, junio 28, 2006

Sobre Los Miserables de Victor Hugo

Escrita por el poeta del siglo XIX Víctor Hugo (1802-1885), es la crónica de lo ocurrido a un señor de nombre Jean Valjean, en el revolucionario siglo XIX. Esta obra figura en la galería de las obras inmortales, elevadas a la categoría de clásicas. Escrita con una prosa llena de dulces efluvios políticos que sólo respiran humanidad, contradictorios y dramáticos sí, pero como consecuencia de las pasiones desbordantes que le absorben.

Se sitúa -como ya dije- en la Francia de principios del siglo XIX, cuando estaban en su apogeo las ideas republicanas de los grandes filósofos sociales, de los eminentes pensadores modernos de la humanidad como lo fueron Voltaire, Rousseau, Montesquieu, Diderot, etc. Filósofos del siglo XVIII que vislumbraban tras la cortina utópica que las cubría, la factibilidad de que los plebeyos, esto es el pueblo, transformados en hombres iguales por la ley, en ciudadanos por el derecho, eligieran no sólo a sus gobernantes con el sufragio universal, sino también, en caso de estos arrogarse, tiranizarse u oprimirlos; deponerlos de la misma manera en que fueron elegidos.

Así, Francia fecunda en 1789 al tiempo, y éste dio a luz en el siglo XIX a Napoleón Bonaparte, portador de la divisa de la igualdad de derechos, del sufragio universal y la decapitación del derecho divino por el derecho civil. Este grande hombre, portador de esta divisa, expandió e implantó por toda Europa, por Asia y África Mediterránea las nuevas ideas. Peligrosas, por un lado, pues daban al traste con los sistemas feudales basado en la descendencia divina de los reyes, ayudados por la iglesia católica; benigna por el otro, porque significaban el cambio en cuanto al hombre.

Dicho este preámbulo, pasemos a la novela en sí.
Hablar de esta obra, por más significado que tenga lo dicho, nunca alcanzará su dimensión total ni el significado que envuelve. Novela, drama, poesía, ensayo, lírica, historia, juicio, condena, desagravio, cultura, crónica, amor y desamor; todo esto es, y es ninguno de ellos por separado. Representada en el cine, en los teatros continuamente, siempre leída y aplaudida, es de esas obras universales que siempre vigentes y actuales.

Yo tampoco creo sentirme en capacidad de expresar todo lo que sentí al leerla, respira humanidad por donde usted quiera enfocar la vista, pero también algo más inefable, no-humano por su sublimidad. Extensa eso sí, pero intensa a la vez. Tanto alegre como triste; tanto expansiva como reflexiva; llena de arengas, anécdotas, discursos, máximas, cantos y poesía. Ya muchos autores se han encargado de reflexionar sobre esta magnifica obra y han llenado varios volúmenes analizándola.

Un candelabro de plata es el símbolo que corre a través de toda la obra.
Jean Valjean en la cárcel, el Sr. Magdalena en M... a orillas de M..., el Sr. último Fauchelevent en París, todos uno: Jean Valjean. Quien lleva ese candelabro como estandarte y como recuerdo de aquel humilde y grande Obispo que conquista su corazón y que lo redimió de la perversión aprendida del hombre en el presidio; de los carceleros, con su trato; de sus compañeros, víctimas de la ignorancia y ejecutores de la ignominia.
Como Dante en la Divina Comedia, pasa por todos los círculos del infierno y luego asciende hasta llegar a la luz del paraíso. Así como a Dante lo guía Virgilio, a Valjean un candelabro sin velas le ilumina el camino. Tanto es un servil como un patrón, tanto un Alcalde como un plebeyo. Se sitúa en el pueblo o en la ciudad, en las alcantarillas o en un convento, en el presidio o libres.

Una novela llena de representantes universales de todos los estratos sociales; figuran personajes como Javert, representante de la justicia severa, ciega, inmisericorde; como Thenardier, representante de la delincuencia más oscura de la sociedad; como Mario, representante de los movimientos revolucionarios de los jóvenes estudiantes y profesionales que luchan por sus utopías; como el Sr. Mabeuf, que tiene que vender sus bien cuidados libros para comer; como Gavroche, representante de la juventud desahuciada y dejada al abandono por padres miserables; como Fantina, representante de la mujer maltratada y que tiene que venderse para salir de la miseria más abyecta y convulsa; como Cosette, representante de la transparente e incontestable ubicuidad del amor; que a la vez representa el madero al que se aferra el náufrago para luchar por vivir, a la virtud sublime que cada hombre quiere encontrar como objetivo de lucha.

Narrando sobre cada uno de estos personajes, y de otros, discurre la novela, desarrollando la vida de Valjean, que comienza con una condena y termina con la redención y glorificación conseguida con el arrepentimiento, la educación, el amor y el sacrificio. ¿Quienes sufren y están desprotegidos? El miserable, la mujer, los niños. ¿Puede labrar el miserable un camino hacia el progreso? Si y sólo si tienen el conocimiento a su alcance, el consejo prudente a tiempo, y alguien dispuesto a enseñarles. ¿Puede la niñez pensar en lo bueno? Siempre que no se le inculque la corrupción para sobrevivir, y que se le eduque positivamente. ¿Puede la mujer dejar de prostituirse? Siempre que los derechos sean los mismos que el hombre, las mismas oportunidades, los mismos beneficios.

Disfrazado por distintos nombres a través del drama, al final quiso ser ‚l mismo, con su nombre real, Jean Valjean, presidiario prófugo y condenado a perpetuidad; que lo quisieran por quién era fue su divisa, así en los momentos finales dice gravemente "morir es malo, pero no vivir es peor...".

Abarcar todo lo que el abarcó es innecesario, porque ahí está la novela, esperando a ser leída; llamándole cada vez que UD. pasa por su lado en la librería, emanando destellos que sólo ver cuando irrumpa en sus páginas cándidas y afectuosas. Y reverberando para iluminar a los que ya la leyeron.

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