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domingo, diciembre 26, 2010

La mecedora...

Publicado sin correcciones, hoy en los últimos días del año 2010.

La mecedora…

Al comenzar la tarde se sentaba el anciano en su mecedora preferida. Traía un par de botellas de ron y comenzaba el acostumbrado crepitar de la vieja mecedora al moverse:
¡CRIQUI, CRIQUI, CRIQUI, CRIQUI ...!
En esta oportunidad la soledad no era como acostumbraba a ser. Ahora tiene a su alrededor varias personas que beben junto a él, aparte del ron, el tufo de su aliento y lo estremecedoras de sus palabras. Entre el CRIQUI de la mecedora dejaba volar su mente, torpe, por los estragos del ron, buscando los mejores pensamientos para expresarlos de la manera menos pastosamente posible, pues sus labios y lengua los sentía ya pesados, ya cansados; sus ojos, en el rojo de los vasos capilares encendidos y, su negra piel grasienta fulguraba en medio de la sala.
- ¿No saben cuánto tiempo ansiaba verlos, ¡olvidaba que existían!? - dijo don Manuel, que así se llama nuestro personaje abriendo grandemente los ojos, y agrega con melancolía - ¡Verdad que es triste saber cómo es la vida!.
Sorbe un trago de la copa que contenía el ron, la cual estaba sobre la mesa que servía de centro a la sala. Lo saborea y hace una mueca. Luego prosigue:
- Yo era un gran ingeniero - en su voz se reconoce la reflexión de problemas que sólo en su experiencia se encuentran-, trabajé con Trujillo ¡El Jefe!, con Balaguer en sus doce años, con Guzmán, Jorge Blanco...
La mecedora criqueaba:
!CRIQ, CRIQ, CRIQ, CRIQ! Era sábado, los hijos estaban en casa y preparaban la comida del medio día. Hablaban poco pero su presencia en la cocina se dejaba sentir, el chocar de los trastes de cocina producía por momentos espasmos, por momentos irritación, por momentos interrupciones violentas, sonaban con fuerza:
¡CRAQUITI, CRAQUITI!
Don Manuel, cuyo pensamiento estaba afectado por el alcohol, sentía al oír el chocar de los trastes esa irritación que antes mencionamos, luego de una pausa para controlarla agregó exaltado:
- Dirán ustedes ¿si trabajaste tanto porqué estas así?, ustedes lo saben pero les voy a decir. No tengo ni un mísero céntimo, pero hace unos años me encontré ante la alternativa siguiente: "¡bueno, tengo que hacer una buena inversión con tanto cuarto, pero ¿cuál?..." de inmediato pensé en las mejores alternativas: una fábrica de bloques, una compañía de contratistas, construcción de casas, compra de solares para edificarlos, ¡esto generaba y genera aún buenos beneficios!; pensé también en comprar casas y alquilarlas, tiendas de repuestos para vehículos, compra y venta de vehículos. A todo esto di mente y fue objeto de profundo estudio.
- En ese tiempo - prosigue -, se pusieron de moda las financieras. Las financieras atraían a sus clientes ofreciendo grandes beneficios a través de las altas tasas de interés, que patrocinaba y eran defendidas por el gobierno. ¡Qué mejor inversión la de depositar ese dinero ahorrado con tanto esfuerzo, trabajando duro de sol a sol, sudando la gota gorda, ¡guayando la yuca!, haciendo sala a tantos políticos, quienes para condicionar la gestión de las contratas no tartamudeaban al pedir sus beneficios; tratando que las cubicaciones de los trabajos realizados salieran con prontitud, recuerdo con melancolía como el capataz en los momentos de mayor crisis le prendía una vela a la Virgen, pidiendo el "¡mete la mano virgencita!" para obtener los pagos con menos distancia en el terreno del tiempo...
Vuelve a criquear la silla. En esta oportunidad se levanta y dando tumbos se dirige al baño. Una vez allí se dejaba oír el murmullo del caño de orines agitar y golpear las aguas del inodoro, que no por llamarse así deja de tener un desagradable olor en momentos en que todas las execraciones son arrojadas y, por falta de agua, preocupación o simplemente por dejarlas fermentar se confabulan creando un vaho inaguantable. Se interrumpe el murmullo y vuelve a tumbos por el mismo pasillo. Su figura no era de lo más hermosa. Era flaco, pero tenía una barriga que lucía de mujer embarazada "¡la cerveza y el ron, fuentes inagotables donde ahogamos temporalmente nuestros sufrimientos!" diría él en momentos de lucidez poética. Su oscuridad aumentaba con lo sombrío del pasillo. Los dientes postizos, que siempre llevaba, parecían salirse de su boca y que los masticaba. Venía descalzo, las piernas como de flamencos flacas, los brazos como el pan francés largos. Sus manos bien parecían grandes guantes. Un cuello estrecho y largo sostenía su cana y calva cabeza, la cual fruto del sudor, brillaba ante la luz de la tarde nublada. Se sostenía de la pared, alguien que llegara no podría diferenciar si se sostenía él de ella o disimulaba para no dejarla caer. Al fin llega nuevamente a la sala, antes manda a buscar dos nuevas botellas de ron y se sienta.
La mecedora anuncia su llegada con el estrepitoso sonido de sus coyunturas:
¡CRAQUITI!
El sonido se va perdiendo entre el ¡CRIQ-CRIQ! de los movimientos periódicos y calmados del asiento.
Toma un cigarrillo de la cajetilla con dificultad, se lo acoteja entre el dedo índice y pulgar de la mano derecha, se acerca la mano a la cara, la retira y deja el cigarrillo en sus muecosos labios. Toma los fósforos, rasga un cerillo, lo acerca a la cara, mueve sus cejas y ojos, a la vez que arruga su frente, como si estuviera apuntando al cigarrillo con el cerillo, y con cuidado lo prende. Se crea una gran nube con fuerte olor a nicotina, alquitrán y pólvora quemada. Luego se retira el cigarrillo con la mano derecha y continúa su perorata con voz ora agitada, ora calmada.
- ¡Tres años, tres años sólo duró mi dicha con las financieras! - gritó con voz agitada.
- ¡Tres años solamente! - agregó con voz calmada, emotiva y llena de nostalgias, melancolías y sinsabores.
- Diversiones - prosigue -, viajes, ¡ustedes disfrutaron de esos momentos de felicidad y fiesta!, todo eso duró sólo tres años. Aún recuerdo el preludio de mis desgracias. A los dos años y medio de ser depositante de la financiera me llamaron, yo fui y me dijeron:
Financiera: Le vamos a doblar el monto de la tasa de interés.Yo: Perfecto, pero ¿cuál sería la condición?
(dicho esto privando de agudo, pero mordiendo el anzuelo)
Financiera: Únasenos como accionista, esta empresa es sólida, tiene buen nombre, y está en crecimiento; aparte de eso lo convertiremos en banco para que la inversión ofrezca más seguridad. Bien sabe que tenemos gran cantidad de depositantes, etc., etc., etc...
- ¡Señores, cuándo hablan de duplicar los intereses de tu inversión, si no eres muy despierto caes en las redes del engaño: ¡yo caí!. Firmé el contrato como accionista y comenzó mi martirio. Los tres primeros meses todo estuvo perfecto, podemos incluir en esta perfección hasta el cuarto mes, pero al quinto se atrasaron; el sexto, fue el ¡fin de la diversión!. Declararon un feriado bancario, congelando todas las operaciones que realizaba la financiera, que para este tiempo había sido convertida en banco.
Pausó un momento. Acercó su mano a la copita que contenía el ron, la tomó, levantó y con parsimonia la observó. Intentaba atravesar la transparencia del ambarino líquido con la agudeza de sus ojos, los cuales mostraban la lejanía de sus pensamientos. Sus ojos se aguaron. La ira se apoderó de él y con movimientos bruscos, ademanes ásperos, golpeaba violentamente el poco aire de la sala con sus manos. Del enojo derramó el poco ron que en la copa quedaba y que en su mano aún se encontraba.
- ¡Nunca en mi vida me sentí tan mal como en ese momento!. La sangre me hervía con tanto furor que me hizo levantar, buscar mi arma en donde estaba. La cargué con tantas balas como en ella cabían, el resto en mi bolsillo las llevé. Las manos me temblaban. El corazón latía que se me salía. La respiración no funcionaba, sentí ahogos, me faltó el aire. Fui en el carro a las oficinas del banco. La vi cerrada y llena de personas, tan desesperadas como yo, lanzaban gritos, blasfemaban, juraban contra los dueños. Me puse la pistola en el cinto donde se podía ver sin dificultad. Avancé con paso decidido a hablar con alguien ¡quién sea!, alguien tenía que dar la cara.
- ¡NADIE SALIA! - comenzó a gritar y a sufrir esos momentos -, ¡NADIE ME ATENDIA!, ¡NO ME ESCUCHABAN!, ¡ME DESESPERE, SAQUE LA PISTOLA Y COMENCE A DISPARAR CONTRA EL EDIFICIO, CONTRA LOS QUE NO ME ESCUCHABAN, LOS QUE ME ENGA§ARON, TRAICIONARON Y FUERON CULPABLE DE MI RUINA!... no sé que pasó después pues desperté en la clínica.
En ese instante tenía las manos sobre la cabeza, desconsolado, derramando lágrimas del alma, llenas de hiel, acíbar, melancolía, nostalgia. Sintiendo el amargo sabor que en esos momentos vivió. Luego, calmo y con voz profunda prosiguió:
- ...pero ¿creen que ahí terminaron mis males?. La mujer me recriminó, ¡sí, su querida hermana!, ¡¿por qué te hiciste accionista, ¡ANIMAL!?!, fue de lo poco que me dijo... caí en depresión: el ron fue mi aliado. ¡Un ingeniero, verse en la ruina de la noche a la mañana, en un simple chasquido de dedos...!
Su expresión era cada vez más patética, las muecas del sufrimiento aumentaron los pliegues en el rostro, las manos trémulas se mostraban sobre el pasamanos de la mecedora. Cabizbajo, duró así un largo rato de dos minutos en silencio... Todos hacían silencio, sólo se escuchaba el ¡CRIQ, CRIQ, CRIQ! de la mecedora al ir y venir. Era contemplado con dolor.
Añadió luego menos tenso, pero aún irritado;
- ¡Fácil hubiera sido pegarme un tiro!, ¡fácil hubiera sido arrojarme de un edificio!, ¡dejarme atropellar!, ¡estrellarme en el carro...! pero no podía. Los amigos, pasando el tiempo, se fueron alejando, la familia también: ¡el tiempo se encargó de abrir la puerta a la miseria...!. Dos años duró esa maldita crisis: ¡cuando la miseria entra por la puerta del frente, la felicidad se va por la ventana!.
Divagaba en sus razonamientos y aunque estaba tan borracho como las uvas, se expresaba con cierta lucidez misteriosa, o no tan misteriosa, pues aunque algunas veces recordar es vivir todo depende ¡qué se recuerda!.
- ¡Sí señores!, dos años buscando contratos con el gobierno para construcciones, buscando empleo ¿dónde trabajar? decía yo. El vehículo, al final, lo tuve que usar para conchar. ¡Sí conchar! Mi orgullo me lo tuve que tragar con lo salado de las lagrimas y envuelto en mi dolor... El carro se dañó, problemas con la esposa, los hijos. Ir diariamente donde los corruptos políticos y funcionarios nuestros, sólo decía "siéntese en un momento lo atiendo": el día se tomaban para recibirme; "venga mañana": así me mantenían toda una semana; "ya enviamos el proyecto, depende ahora de la presidencia"... Lo último que me pasó ¡ja!: Uno de los que me consiguió la última contrata, antes de mi desgracia, se me acercó y con aire arrepentido, me imploraba recibiera RD$ 25,000.00. Escúchenlo atentamente y créanlo. "¿Por qué?" pregunté yo asombrado y casi ofendido "no acepto limosnas" agregué; "no don Manuel - decía el -, este dinero es suyo. Me he convertido a evangélico. Necesito deshacer lo malhecho. ¡Un dolor muy hondo en mi alma tengo por haber hecho mal uso de mi posición política para enriquecerme!. Usted fue uno de aquellos a quienes yo golpeé con el mazo de la corrupción". Yo me mantuve quieto hasta que hubo terminado. Asombrado, admirado, desconcertado de como, ¡mientras a mí me quita el sueño los sufrimientos de la miseria a él se lo quitaba los de la corrupción. Simplemente lo eché de mi casa diciéndole "usted no me debe nada, dónelo si quiere, regálelo, pero por mi parte yo no tengo porqué recibirlo, ¡ya estoy pago!"... ¡mi casa será pobre, pero honrada!.
¡CRIQ, CRIQ, CRIQ!
¡Cráquiti!, sonaron los platos pues se ponía ya la mesa. Entró una fuerte brisa húmeda por la ventana, presagiando junto a lo nublado del cielo la lluvia inmediata, y lo fría que será la noche. Ya nuevos potes de ron habían llegado, fueron entregados y servidos. Don Manuel se levantó nuevamente a orinar, al regresar, como cuando iba daba tumbos y con la cara hacía muecas. Tenía al venir con una cara de pocos amigos, se veía cierta agresividad en los ojos, venía con el puño crispado, los labios fuertemente presionados uno contra otro y con voz estertórea dijo:- ¡Ahora ustedes vienen con varias botellas de ron y con una sonrisa a flor de labios! - se mantenía parado y golpeaban las manos el aire -, ¡ahora, luego de dos años de agonía, miseria y sufrimientos, se acercan donde mí a celebrar el primer pago del nuevo contrato que me aprobó el gobierno...!; ¡¿Dónde estaban ustedes cuando los necesité? ¿Dónde estaban ustedes cuando un simple "hola" me hubiera consolado? ¿Dónde estaban cuando sus visitas hubieran reducido la gran pena de la miseria que sentíamos? - los señalaba con acusación, lanzaba espumasos de saliva, nuevamente la ira se había de él apoderado - ¡la fortuna nos vuelve a sonreír, pero no gracias a ustedes!, ¡mi alegría no se basa en su amistad vacía, llena de codicia y ambición!. "En la cárcel y en la cama es donde se conoce a los amigos" así dice un refrán popular y bien dicho. La miseria nos metió en cama y no se acercaron... ¡ni siquiera llamaron!. ¡Váyanse, váyanse!.
Los levantaba y acosaba, parecía que golpearlos quería, ellos se levantaron buscando la puerta de salida temiendo mayor violencia, a la vez les gritaba:
- ¡Si mi miseria la pasé sólo a pesar de ser tan pesada, triste y dolorosa; mi buena fortuna, que no puede haber nada mejor para representar los buenos tiempos, llena de alegrías en soledad la podemos pasar!.
En estas y otras razones se mantuvo hasta que se fueron los parientes bajo la lluvia, ya estando en sus buenas ésta. Los despedía por la ventana con juramentos, blasfemias, improperios y cuánto por la cabeza le pasaba. A través de la ventana entraba con fuerza la lluvia, mojándolo sin piedad, él, inmutable se mantenía dando la merecida despedida a los parientes. Minutos después estaba callado, bebiendo a sorbos de la copita de ron, un cigarrillo en la mano, y despidiendo una humareda que llenaba el aire de un vaho a nicotina, alquitrán y ron.
El sonido de los platos ya no se oía. La comida estaba servida.
El movimiento oscilante de la mecedora producía el sonido acostumbrado:
¡CRIQ, CRIQ, CRIQ...!

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